Historia

Historia del Puerto de la Cruz

Puede decirse, sin riesgo de equivocarse, que el origen y desarrollo de Puerto de la Cruz ha estado vinculado de forma casi exclusiva, hasta bien entrado el XIX, a la actividad comercial y portuaria, la cual es incluso anterior a la existencia de la ciudad. A fin de cuentas, la propia toponimia del lugar así lo refleja, y la historia refrenda esta vocación de ciudad, conectada al exterior a través del mar, lo que supuso que, en el pasado, recibiera la consideración de «llave de la isla», que ha quedado plasmada en el propio escudo heráldico de la ciudad.

Se tiene constancia que, en la etapa prehispánica, en lo que es hoy el término jurisdiccional de Puerto de la Cruz, existía un enclave de poblamiento aborigen, especialmente en zona de La Paz, con profusión de cuevas en su acantilado. La abundancia de recursos hídricos facilitaba su asentamiento y, diversos estudios arqueológicos, señalan que en la ladera de Martiánez se ubicaba una necrópolis donde, además de momias, aparecieron punzones, tabonas y cerámica.

Pero si avanzamos en el tiempo y buscamos el origen, los antecedentes, del nacimiento de Puerto de la Cruz, tenemos que llegar a la conclusión de que su conformación es el resultado de un prolongado proceso, que se extiende a lo largo de un siglo y medio. En este sentido, hay que señalar que desde 1502 ya se realiza algún tipo de actividad portuaria en el litoral portuense, comenzando un incipiente movimiento de tráfico marítimo, si bien el núcleo de población depende de La Orotava. En 1603, el Ayuntamiento de la isla decide que se señale un lugar concreto en el Puerto de la Cruz donde levantar una iglesia y su correspondiente plaza. Este es un hecho destacado, ya que las ordenanzas que sirven para regular la ocupación y colonización de nuevos territorios de la Corona española, confieren un papel decisivo a la hora de fundar ciudades a la ubicación de la plaza, siendo a partir de ella desde donde se ha de comenzar el núcleo de población.

Pero Puerto de la Cruz siguió formando parte de la Orotava hasta mediados del siglo XVII, en el que los vecinos comienzan a manifestar su voluntad de constituirse en un lugar diferenciado o separado, recibiendo la autorización por parte de la Real Audiencia poco después de 1648, lo que supone, en la práctica, la posibilidad de nombrar alcalde pedáneo. De esta forma, la Real Provisión de Felipe IV, que entra en vigor el 3 de mayo de 1651, se nos presenta como un punto de inflexión muy significativo en el nacimiento de Puerto de la Cruz, siendo esta fecha para muchos como la referencia de la fundación de la ciudad. Pero conozcamos con un poco más detalle la evolución histórica de nuestro municipio.

Siglo XVI
La actividad portuaria durante la primera mitad de esta centuria estuvo vinculada con la exportación de azúcar a los mercados europeos, así como a la importación de manufacturas del continente. Pero durante la segunda mitad del siglo, comienza a adquirir importancia el cultivo y comercio de vinos, en detrimento del sector de la caña de azúcar que entra en crisis por la competencia de Las Antillas. Adquiere tal relevancia que la comercialización de los vinos se convierte en el eje central de la actividad económica de Puerto de la Cruz, manteniéndose así durante dos siglos. En este periodo se potencia la fortificación de las costas para proteger a las poblaciones y los navíos del ataque de piratas. Se traslada la actividad portuaria desde la zona de la desembocadura del barranco de San Felipe (Puerto Viejo) al Puerto Nuevo (actual muelle pesquero). Este hecho tiene una gran trascendencia en el diseño y evolución de la ciudad, en una época tan marcada por el peso del puerto en la vida del municipio.

Siglo XVII
Puede decirse que, en este periodo, se produce la consolidación de un núcleo de población estable y la definición de la trama urbana de la ciudad, entre otros factores, debido a la seguridad que aporta la construcción de fortificaciones. Un ejemplo de ellas, son la fortaleza de San Felipe y la Batería de Santa Bárbara en el Puerto Nuevo.

Otro hecho que influye, positivamente, es la firma de la paz con Inglaterra en 1604, ya que supone un notable incremento en las relaciones entre Canarias y la metrópoli británica, repercutiendo especialmente en la comercialización del vino. Hasta 1666 la dinámica comercial es expansiva, en el marco de una coyuntura económica favorable y donde el comercio del vino permanece en manos de mercaderes extranjeros (portugueses e ingleses principalmente). Esta coyuntura supone un gran apoyo para la consolidación y desarrollo de la ciudad que se convierte en el centro económico de la comarca.

Pero en los últimos treinta años del siglo, comienza el declive, debido fundamentalmente a la pérdida de los mercados coloniales de Portugal e Inglaterra y a la competencia de los vinos italianos y el jerez español.

En este siglo XVII se consolida el núcleo poblacional de Puerto de la Cruz, que ya cuenta con un total de 2.800 habitantes, producto especialmente de un gran flujo inmigratorio procedente de la península y de Europa, así como por la propia llegada de trabajadores desde otros puntos de la comarca y otras zonas de la isla.

Siglo XVIII
En línea con la tendencia del final del siglo anterior, en esta centuria el comercio de vinos pasa por una recesión y estancamiento, bajando a la mitad de los niveles que tenía a finales del XVI. Otros factores que influyeron, y que se suman a los ya descritos, son el surgimiento de otros productores que vendían a precios más competitivos, los altos impuestos y tasas, que sufrían los caldos isleños a lo largo de su comercialización, así como un giro de la demanda hacia productos de menor calidad. Es reseñable, igualmente, que en el Tratado de Methuen de 1703, se acuerda que los caldos portugueses pasan a tener un trato preferencial en el mercado británico. A ello se unen los múltiples conflictos bélicos que se viven en este siglo y que dificultan el normal desenvolvimiento de las exportaciones.

Pese a todo, el muelle portuense continuó siendo uno de los centros portuarios más dinámicos del archipiélago y, junto con el de Santa Cruz, el más importante de Tenerife. Se tiene constancia que durante los primeros 25 años es el de mayor volumen e importancia.

A partir de 1723, en el marco del centralismo comercial y portuario impuesto por la Corona, se traslada la Comandancia General a Santa Cruz, en cuyo puerto se pretende concentrar todo el tráfico marítimo del Archipiélago, lo que genera importantes consecuencias económicas en los núcleos de población vinculados al resto de los puertos. Este centralismo bloquea cualquier tipo de iniciativa de potenciación de otros enclaves portuarios, generando unas consecuencias muy graves al ser una política estructural que se mantendrá hasta nuestros días.

En términos demográficos, y en coincidencia con la dinámica económica, la situación presenta un perfil de recesión y estancamiento en los primeros 70 años y una ligera recuperación en el último cuarto del siglo. Pese a todo, a finales del XVIII, el Puerto de la Cruz cuenta ya con unos 3.800 habitantes.

En el plano político, es destacable que, por vez primera, en 1772 se procede a la elección de una corporación municipal, elegida por los vecinos de Puerto de la Cruz. En la evolución urbana del municipio hubo una desaceleración, e incluso un estancamiento, en el crecimiento de la ciudad, si bien se aprecian algunos síntomas de recuperación a finales de siglo.

Siglo XIX
De enclave marítimo y comercial a municipio agrícola y turístico.

En lo político, a partir de 1808, la autonomía municipal es plena y la corporación municipal empieza a adquirir un amplio grado de competencias políticas y económicas.

En lo económico, la primera mitad del siglo está marcada por la retirada gradual de la actividad portuaria de la ciudad, lo que genera una profunda crisis económica y social que se prolonga hasta la década de los 50. Otras circunstancias adversas, que también se hacen presentes, son la epidemia de fiebre amarilla de 1811, por la que fallecen 700 vecinos, (el 20% de la población) lo que comporta el bloqueo durante dos años de las actividades portuarias. El otro hecho negativo fue el llamado aluvión de 1826 que destruyó viñas, bodegas y otros muchos edificios que no volvieron a reconstruirse por la crisis que vivía la ciudad.

En un lapso de 60 años la ciudad pasa de ser un enclave comercial y portuario, a convertirse en un núcleo eminentemente agrícola. Debido a este proceso de ruralización se hace muy grave que el término jurisdiccional del municipio fuera tan reducido, ya que prácticamente no se disponía de tierras para el cultivo, y es en 1847, cuando se alcanza el acuerdo de su expansión hasta los límites actuales.

A partir del inicio de la segunda mitad del siglo comienzan a apreciarse signos de recuperación, debido a la incorporación de nuevos cultivos como el plátano y la cochinilla. La comercialización de esta última se desarrolla desde mediados de siglo hasta 1872, pero, a partir de ese año, desciende notablemente, debido a que los mercados apuestan por el uso de colorantes sintéticos. No obstante, a partir de 1880, el plátano se transforma en un cultivo comercial destacado manteniéndose, de esta forma, hasta fechas recientes.

Por otra parte, a partir de 1880, el turismo comienza a tener también un peso importante en la economía local, siendo un hecho destacado la construcción del Gran Hotel Taoro en los últimos años del siglo, llegándose a convertir en el buque insignia de los inicios del turismo en la ciudad. La mayor parte de los centros hoteleros se crean a partir de la remodelación de antiguas casas familiares. Hoteles de esta época son el Marquesa, Monopol, Tremearne, Turnbull y otras fondas.

La evolución demográfica sigue a los pulsos de la evolución económica de la ciudad y alcanza los 5.000 habitantes a finales de la centuria.

El gran auge del turismo.

En las tres primeras décadas del siglo XX, la platanera se convirtió en el cultivo preferente aunque, a partir de la década de los 30, llega un período de crisis donde la depresión mundial restringe las posibilidades exportadoras.

El auténtico boom turístico podría establecerse entre los años 50 y 80. Un antecedente que apoya de forma decidida este desarrollo es el surgimiento en 1946 del Aeropuerto de Los Rodeos, especialmente por lo que supone de apertura al tráfico de vuelos nacionales e internacionales. El 13 de Octubre de 1955 el Gobierno español otorga la consideración a Puerto de la Cruz de Lugar de Interés Turístico nacional.

No obstante, será en los sesenta, cuando el turismo modificará radicalmente la fisonomía y el desarrollo económico del Puerto de la Cruz. Llega la eclosión urbanística con el nacimiento de todo tipo de establecimientos hoteleros, lo que supondrá restarle protagonismo y espacio al cultivo del plátano. La ciudad se constituye como el primer municipio turístico de Canarias y la hostelería, junto al sector servicios, se convierten en las ocupaciones predominantes.

En los años 70 llegan vientos de crisis, lo que provoca la paralización de la construcción para reactivarse en los 80, aunque a un ritmo más comedido. En este período, uno de los revulsivos turísticos de la ciudad llega de la mano de la construcción del Complejo de Martiánez, con el sello personal de César Manrique. El artista lanzaroteño conforma un espacio de ocio en torno a un Lago Artificial que ha sido durante décadas todo un referente de cómo abordar adecuadamente, la renovación de los espacios costeros desde criterios medioambientales, al tiempo que se integran los valores de la cultura canaria. La impronta de César Manrique también queda plasmada en el litoral de San Felipe, con la creación de Playa Jardín, en una apuesta por crear un entorno natural en el que se puede pasear en medio de cómodos senderos, con jardines de plantas canarias, cascadas de agua y cuevas de piedra, sin renunciar a una completa infraestructura con todo tipo de servicios.

Con todos estos antecedentes, y a pesar de la intensa competencia de otras zonas turísticas, Puerto de la Cruz se ha consolidado lo suficiente como para mantenerse en la vanguardia turística, proyectándose hacia el siglo XXI con la vocación de ofrecer unos servicios y una atención diferenciada, huyendo de la masificación y contando con la bendición de un clima atemperado que muchos han considerado el mejor del mundo.

Mientras tanto, la ciudad continúa seduciendo a los visitantes por ser un enclave turístico que se integra en un núcleo de población nativo, cuya personalidad ha estado marcada por el carácter abierto de sus gentes a nuevas culturas e ideas. Sus calles siempre han sido espacio compartido para portuenses y turistas que han convivido de una manera agradable. Puerto de la Cruz es y seguirá siendo un referente en la búsqueda de la calidad y la excelencia turística y en este objetivo están puestos todos los anhelos y los esfuerzos concretos. La melancolía del pasado se mezcla con la ilusión por el futuro en esta ciudad-pueblo de continuos contrastes.